Laborioso Huebra

 

Árboles centenarios y una vieja fábrica de harinas en el entorno de Gema de Yeltes

 

© Texto y fotografías: JAVIER PRIETO GALLEGO

Hay lugares hermosos que producen una profunda tristeza. O al menos ese es el regusto amargo que le queda a quien se llega hasta la fábrica de harinas que, abandonada y vencida, está a punto del derrumbe en un recodo solitario del salmantino río Huebra. Sin puertas que frenen la rapiña, ni almas caritativas que se apiaden de su destino, un edificio de tres plantas, amplio y equipado en su momento para molturar cuanto se vertiera en sus tolvas amenaza hoy la ruina más acongojante. Los pisos de madera, rotos en muchas partes y a punto de deshacerse en otras, dejan ver el completo equipamiento de una fábrica que fue el orgullo de la comarca: ruedas de moler que ya sólo muerden el polvo de los olvidos, cribas, engranajes comidos por el óxido implacable, tuberías de madera para conducir las distintas calidades del grano, correas, ruedas, cedazos… como el reloj destartalado de un pisotón la fábrica de harinas de la localidad de Gema, el molino de la Tomasa, como se conoce en la zona, ventila sus tripas rotas en un edificio ya sin puertas ni ventanas. Lujoso refugio de vigas y suelos de madera que las golondrinas disfrutan con fruición y entusiasmo.

 

Una vez más este paseo de soledades y dehesas en flor arranca de un pueblo también pequeño, apartado y tranquilo, Gema, pedanía cercana a la localidad de Yecla de Yeltes, no muy lejos de Vitigudino, en el oeste salmantino. En Gema se respira el aire melancólico que envuelve los pueblos en los que terminan las carreteras. Quizás sea porque a ellos sólo se llega buscando algo concreto. En este caso, una fábrica traspapelada en el recodo de alguna revolución industrial anterior.

 

En Yecla de Yeltes, al pie de la carretera, hay un panel con información sobre paseos por el entorno. Este de Gema tiene una flecha indicadora unos metros más allá, junto a los cuatro postes de un potro de herrar. Quien lo desee puede iniciar aquí la paseata y hacerse andando los tres kilómetros de carretera destartalada y estrecha que median hasta Gema.

 

Al llegar a esta, el camino hacia la fábrica es el primero que se abre por la izquierda. En el inicio tiene una casa con porche y otra construcción rústica unos metros más adelante. Inmediatamente después comienza la sucesión de dehesas y praderas que conforman los paisajes más típicos del oeste salmantino. Entre cortinas de granito, el camino, ancho y arenoso, a 200 metros de Gema deja a un lado un ramal que sale por la izquierda y otro por la derecha un poco más adelante. Apenas otros 300 metros después quien sobresalta el ánimo es la monumental encina que reina en mitad de una pradera. Sin duda, si pudiera hablar –o nosotros entenderla- es el único ser vivo que nos podría contar todo cuanto quisiéramos saber del nacimiento, auge y cierre final de la fábrica hacia la que caminamos, vivido en primera persona desde su situación privilegiada. Pero por el momento baste con la contemplación de su espectacular figura.

 

Ciento cincuenta metros más adelante se abre un nuevo camino por la derecha, que tampoco se toma. Un kilómetro después son tres los caminos que se abren. Tras una rústica cancela de palitos y cable de espinos –que hay dejar tal como se halle-, el camino a la fábrica es el que sigue de frente, como confirman unos deslavados rastros de pintura blanca y verde que vienen a dar a entender que este que seguimos fue en algún momento pasado un sendero señalizado y oficial. Bien acompañados de encinas, campos floridos, algún roble y fresnos sombreando los arroyos que se vencen hacia el río, queda por salvar otra cancela más y cerca de un kilómetro y medio hasta la bella ensenada junto a la que se alza el esqueleto herido del Molino de la Tomasa.

 

Las hechuras y disposición de los edificios que acompañan en la desventura a la fábrica evidencian que este no fue, ni de lejos, un molino más de los muchos que aprovechan las fuerzas del Huebra en su camino al Duero. Por las dimensiones del ingenio fabril se ve que hacían falta muchas manos para hacerlo funcionar. Y por eso, junto a la fábrica quedan también los restos, aún más desmenuzados, de las casas que habitó la cuadrilla, viejos corrales y hasta lo que parece un taller del que saldrían muchas de las piezas y apaños que ahora perecen en el molino arruinado. Y como aún entre las ruinas también se dan las castas, no hacen falta muchas señas para descubrir en cuál de todas vivieron quienes allí más mandaban. Desde la sombra de su alto emparrado, desde lo alto de sus balcones de forja o desde el interior de unos dormitorios que gozaron el privilegio del papel pintado, el ruido de la fábrica triturando sin parar día y noche debió de sonar como una cantinela gozosa. Y el silencio definitivo como una herida de muerte.

 



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EN MARCHA. Hasta la localidad salmantina de Gema puede llegarse desde Salamanca por la CL-517 hasta Vitigudino. Ahí arranca la DSA-460 hasta Yecla de Yeltes. A la salida de esta población se localiza la CM-100 que lleva hasta Gema en 3 kilómetros.

EL PASEO. Puede comenzarse en Yecla de Yeltes, donde existe un panel informativo y una flecha que encamina los primeros pasos hasta enlazar con la carretera que lleva a Gema en tres kilómetros. También puede empezarse en Gema y recorrer desde aquí los tres kilómetros que llevan hasta la fábrica de harinas. Aunque se ven restos de una antigua señalización, con balizas verdes y blancas, esta no aparece en todos los cruces. De todas formas, hay que seguir siempre el camino más ancho y marcado. Incluso hay tramos en los que aún perduran restos del empedrado que permitía el tránsito de carros cargados sin que se atoraran en el barro. Desde Gema son tres kilómetros muy fáciles, sin desniveles, que pueden recorrerse con niños en algo más de media hora atravesando un hermoso paisaje adehesado. La vuelta se realiza por el mismo camino.

PELIGRO DE DERRUMBE. La curiosidad mató al gato: todo el conjunto, del que sobresale también un puente tendido con monolíticas lajas de piedra entre una orilla y otra del Huebra, emana un encanto especial. Pero es obligado disfrutarlo a cierta distancia dado que tejas y paredes se desmoronan sin previo aviso.

DORMIR. Tel. de información turística institucional: 902 20 20 30.