Graffitis eternos

 

El santuario rupestre de Siega Verde, Patrimonio de la Humanidad

 

Texto y fotografías: Javier Prieto Gallego

 

Nada hay tan perdurable como el trazo de una punta de sílex sobre la superficie de una roca. A las pruebas me remito: ninguna de las fotografías que acompañan este reportaje vivirá 10.000 años. No hay papel que lo resista, ni disco duro que aguante. Pero los dibujos que unos hombres del Paleolítico Superior rascaron sobre la pizarra en las orillas del río Águeda, ya van por los 18.000 (9 veces el tiempo transcurrido desde el nacimiento de Cristo hasta hoy). Más o menos.

 

Y no son uno ni dos. Por el momento, los especialistas de la estación rupestre de Siega Verde ya llevan reconocidos hasta 654 grabados inscritos sobre 91 rocas diseminadas a lo largo de un kilómetro y medio de la orilla izquierda del río Águeda, a la altura del puente por el que pasa la carretera que une Castillejo de Martín Viejo y Serranillos. Para los investigadores, tal acumulación de dibujos en tan poco espacio no puede ser casual. Sus autores, que fueron varios a lo largo de mucho tiempo, tuvieron, por fuerza, que poner en ello una intención que, desde lo que hoy se sabe o se intuye, navegaba entre lo religioso y lo artístico. De hecho, la teoría más asentada es la que apunta hacia la existencia de un santuario al aire libre, un lugar sagrado contemporáneo de otros como Altamira, en el que los hombres del Paleolítico plasmaron sobre la roca aquello que anhelaban con más ahínco o aquello que agradecían con más fervor. Por eso se interpreta que las representaciones que aparecen grabadas están relacionadas con la caza, su principal –y casi única- actividad. El hilo del que pendía, en la práctica, la supervivencia en un periodo en el que el clima jugaba a las glaciaciones y las inclemencias eran devastadoras.

 

La visita guiada a este yacimiento, que aún está estrenando su reciente inclusión en la lista del Patrimonio Mundial por la UNESCO en el pasado agosto, comienza con una breve explicación en el Aula de Interpretación adyacente: lo que se va a ver a continuación no es algo aislado o circunstancial. Es un rastro que los hombres que vivieron en estas mismas riberas dejaron sobre la roca hace unos 20.000 años. Y, por alguna razón desconocida, en toda esta zona de la península aquellos rastros abundan más que en otras. Tampoco es casual que a muy pocos kilómetros de aquí, en el valle portugués del río Côa, se localice un amplio reguero de dibujos contemporáneos a estos y de similares características. Si los yacimientos rupestres de Foz Côa fueron incluidos en la lista de la UNESCO en 1998, este año los de Siega Verde han merecido igual consideración: en conjunto, el yacimiento de arte rupestre al aire libre más importante de Europa.

 

Y nadie sabe si habrá más. Tampoco se sabía cuando este de Siega Verde fue descubierto por casualidad en 1988. En aquel tiempo, un equipo del Museo de Salamanca buscaba rastros de ocupación vetona, verracos o piedras talladas preguntando a la gente de los pueblos de esta zona cuando un pastor señaló la existencia de unos dibujos en una roca que, a su juicio, “parecían muy antiguos”. La sorpresa fue mayúscula: el grabado se encontraba en un lugar muy frecuentado por los bañistas en verano –una chopera junto al Águeda- y hasta ese momento nadie había caído en la cuenta. El resto –hasta los 654 conocidos hoy- hubo que ir rastreándolos milímetro a milímetro: porque aunque estaban ahí desde hacía entre 12.000 y 20.000 años, los líquenes los habían mantenido ocultos. Y a salvo. Si hubieran estado a la vista no habrían llegado hasta nosotros en tan buenas condiciones como estos están hoy.

 

Por eso la visita se hace con guía y se pide a la gente que “no toque nada”, ni plantas ni rocas. El recorrido por Siega Verde es un placer que se disfruta con la vista. Y mejor si es por la mañana. Es entonces cuando la luz del sol mejor ilumina los dibujos, algunos tan diminutos que hay que pegar la nariz, otros tan grandes que hay que alejarse para contemplar el conjunto. Así es como se descubre que aquellos sacerdotes, brujos o artistas utilizaron dos técnicas bien distintas, el repiqueteado sobre la roca, golpeando un objeto afilado y duro sobre la pizarra hasta marcar las líneas, o la incisión, un corte de cirujano que dibujó sobre la piedra lo mismo que un lápiz sobre un papel. Sólo que aquellos antepasados no tenían la opción de borrar y corregir. Por eso asombra contemplar sus dibujos pétreos: parecían tener un pulso firme y ningún miedo a equivocarse. En ninguna roca se ha encontrado un dibujo fallido, una raya con trazos de corrección, una perspectiva mal tomada. Eran genios del dibujo y el diseño: porque lo mismo que eso asombra la rabiosa modernidad de unos dibujos que con cuatro rasgos evocan a la perfección el animal que representan, el sueño de cualquier diseñador en busca del logotipo ideal. Si vivieran hoy venderían más camisetas que Kukuxumusu.

 

Los recorridos por el yacimiento varían en función del interés de los visitantes, pero lo normal es dedicar una hora a recorrer los cinco primeros paneles –agrupaciones de rocas con dibujos-. Si el grupo está especialmente interesado, el paseo puede llegar hasta 14. Así, poco a poco y de la mano experta de los guías del yacimiento, lo que en principio parecen simples rocas rojizas desgastadas por la erosión pasan a convertirse en enigmáticas pizarras sobre las que se distinguen a la perfección centenares de caballos, toros salvajes, renos, bisontes, cabras, rinocerontes lanudos, ciervos y un cánido -¿un lobo, tal vez?-; el retrato en piedra de la fauna que habitaba estas mismas orillas en aquel momento remoto, de especies que ya ni siquiera existen. Pero ese reportaje esta ahí y durará, seguro, por los siglos de los siglos. Y, en cualquier caso, mucho más tiempo que este.

 

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EN MARCHA. A la estación rupestre de Siega Verde se puede llegar desde Ciudad Rodrigo tomando la SA-324 hacia La Fregeneda. En Castillejo de Martín Viejo la DSA-470se desvía hacia Serranillo. El yacimiento se encuentra nada más pasar el puente sobre el río Águeda.

INFORMACIÓN. Tel. 902 91 00 09. Web: www.siegaverde.es. Horario: jueves y viernes, de 11 a 14; sábados y domingos también de 16 a 19 horas. Visitas al yacimiento: a las 11, 12 y 13 horas. Sábados y domingos también a las 16 y 17, 30 horas. Precio normal: 4,50 euros.

DORMIR. Tel. de información institucional: 902 20 30 30.