Desde 1230 hasta hoy 

 

Tras la muerte de Alfonso IX en 1230 el Reino de León será heredado por sus hijas Sancha y Dulce, aunque Fernando III les comprará dicha Corona a cambio de una elevada renta anual, titulándose Rey de León, el cual unirá a su título de Rey de Castilla obtenido en 1217, si bien la Corona Leonesa y la Castellana seguirán teniendo instituciones y leyes diferentes. Así, los fueros leoneses se mantendrán prácticamente íntegros hasta 1348 en que el Ordenamiento de Alcalá unificará buena parte de la legislación, la cual acabará por unificarse con las Leyes de Toro de 1505. Por otra parte León y Castilla siguieron celebrando Cortes por separado hasta las últimas Cortes Leonesas cebradas en 1349 precisamente por un rey leonés, el salmantino Alfonso XI.

 

Sea como fuere con la unión en la misma persona de las dos Coronas el Reino de León perderá poderío e importancia dejando de ser la Ruta de la Plata la vía principal en la reconquista ante el empuje del eje peninsular central, a lo cual además se unirá la condición de frontera de León con Portugal, reino con el que se estará en constante conflicto. Esto llevaría a continuos intentos de separación de las Coronas de León y de Castilla. Así, Alfonso X el Sabio dejará en su testamento separadas las dos Coronas si bien su hijo Sancho tomará por la fuerza la Corona Leonesa, rompiendo el testamento de su padre. A la muerte de éste Don Juan se proclamará Rey de León en 1296 tras la rebelión estallada en Zamora, Benavente y Villalpando en pro de la separación leonesa, gobernando oficialmente y de manera separada el Reino de León hasta 1301. Más tarde, habrá una serie de intentos más para separar las coronas de León y Castilla como las de Juan el Tuerto o Alfonso Enríquez aunque serán sofocados, comprando los reyes las voluntades de la nobleza leonesa dándoles tierras y separando además el territorio asturiano del Reino de León en 1388 creando, de este modo, el Principado de Asturias, que servirá de título para el heredero del trono leonés, al igual que ocurrirá con los principados de Viana y Gerona para los herederos de los reinos de Navarra y Aragón.

Estatua a Alfonso X de León en Madrid

 

Posteriormente el Reino de León pasará a ser un reino más de los integrados en dicha Corona aunque su importancia pasada seguirá notándose en la representación en las Cortes de la Corona, donde tendrán representación Salamanca, Toro, Zamora y León, representando además Salamanca no sólo sus intereses sino también los de Extremadura, al igual que le ocurrirá a Zamora con los de Galicia y a León con los de Asturias, al no tener ninguna ciudad de dichas regiones derecho a tener representantes en las mismas. De este modo y pese a que el Reino de León sufrirá una gran emigración hacia América, se verá en cierto modo beneficiado, al igual que el resto de España, del descubrimiento de América y las riquezas que de ella se trajeron. En este descubrimiento serían claves hombres procedentes del Reino de León y especialmente de la ciudad de Toro, como Diego de Deza, que se cuenta fue quien convenció a Isabel la Católica para la realización del viaje a América. Del mismo modo el primer presidente del Consejo de Indias, Alonso de Fonseca, también sería oriundo de Toro, lugar de donde era el vino que se llevó la expedición encabezada por Colón. Aún así, la ciudad leonesa más beneficiada por este descubrimiento fue Salamanca por su carácter de centro cultural y del saber de la Corona, lo que le hará vivir un nuevo florecimiento e impulso en las carreras impartidas en su universidad que será patente actualmente en sus monumentos, con una gran cantidad de los mismos pertenecientes al llamado “Siglo de Oro”. De este modo, habrá un repunte de la producción literaria y de la cultura en general en la región leonesa, cuyo centro será Salamanca, donde se hará la primera gramática en lengua española por parte de Nebrija en 1492 y se ubicará, al igual que en Zamora, una de las primeras imprentas de España. Del mismo modo habrá un resurgimiento del uso del idioma leonés en la escuela de Salamanca, haciéndose abundante literatura en esta vieja lengua por parte de autores charros como Juan del Enzina (natural de La Encina de San Silvestre), Lucas Fernández o Torres Villarroel, así como por otros como el berciano Enrique Gil y Carrasco, recogiendo en siglos posteriores su testigo otros autores como el cepedano Cayetano Bardón o los charros Luis Maldonado y Gabriel y Galán en el cultivo de la ya moribunda lengua leonesa. A la vez que este gran “risorgimento” cultural de Salamanca, las principales ciudades del Reino de León se levantarán contra Carlos I, participando la nobleza de las ciudades de Zamora, Toro, León y Salamanca junto a la de otras ciudades españolas como Murcia, Plasencia, Toledo o Segovia en la Guerra de las Comunidades, dando figuras tan importantes en dicha rebelión como Francisco Maldonado o el Obispo Acuña, y oponiéndose a dicha revuelta, por otra parte, Ciudad Rodrigo. Finalmente, el movimiento comunero fracasará tras su derrota en Villalar (en aquella época perteneciente al Reino de León) aunque esto no afectará al posterior auge que vivió Salamanca, que pese a ser la ciudad leonesa más afectada por el terremoto de Lisboa de 1755 verá acabadas y en pie su catedral nueva y la Plaza Mayor entre otras cosas, aunque su esplendor encabezado por el dinamismo de su universidad no será compartido por el resto de Reino de León, que se mantendrá en una decadencia absoluta en el aspecto económico y poblacional, sufriendo una despoblación cada vez más feroz que se acentuará con los continuos conflictos con Portugal, la prohibición de las ferias en territorio leonés por parte de Felipe II, la expulsión por orden real de judíos y moriscos y las plagas de peste de los siglos XVI y XVII. Así, mientras las ciudades castellanas como Burgos, Cuenca o Valladolid vivirán un momento económico envidiable con un aumento de comercio y población las ciudades leonesas agonizarán cada vez más, corriendo Zamora y León incluso el peligro de desaparecer en el siglo XVII (habiendo perdido cerca del 70% de su población en menos de un siglo y contando en 1665 con 2.500 y 3.000 habitantes respectivamente) lo cual se hará palpable incluso en la menos perjudicada, Salamanca, que pasará de 25.000 habitantes en 1594 a 12.000 en 1694.

 

Pero tras la llegada de los Borbones al trono a principios del siglo XVIII se dará un leve repunte de las tierras leonesas, notándose en el impulso que darán a la Universidad de Salamanca los nuevos monarcas así como, pese a la centralización que harán en toda España, dándose la paradoja de que mantendrán las instituciones propias leonesas, como el Defensor del Reino de León, al Adelantamiento del Reino de León o la Alcaldía Mayor del Reino de León así como creando la Sargentía Mayor del Reino de León en el siglo XVII.

 

Ya en el siglo XIX, cabría destacar que tras la invasión francesa, el Reino de León será el primero de los reinos españoles en declarar la guerra a Francia, haciéndolo el 24 de abril de 1808, creándose la Junta Patriótica del Reino de León y dándose en tierras leonesas héroes en esa guerra de la talla de Julián Sánchez “El Charro” (por tierras de Ledesma, el Sayago y el Campo Charro), José María Vázquez “El Salamanquino” (en Sanabria) o “Ríos” (en La Guareña). El 1 de junio de 1808 se creará la Junta Superior del Reino de León, que representará a las provincias leonesas (León, Zamora, Salamanca y Toro) en la Junta Central. Pero los diputados leoneses serán detenidos en Tordesillas (Valladolid) por orden del capitán general de Valladolid (el general Cuesta) que ordenará la disolución de la Junta del Reino de León y su integración en la Junta de Castilla la Vieja. Pero esta orden será rechazada por unanimidad por los diputados salmantinos, toresanos, zamoranos y leoneses, lo que hará que se les encarcele en el Alcázar de Segovia, donde permanecerían hasta que a la Junta Central le llegó la noticia de los sucesos, ordenando entonces su inmediata puesta en libertad y manifestando su legitimidad absoluta a permanecer como representantes del Reino de León en la Junta Central española. De este modo, y una vez salvados estos escollos el país leonés será clave en la victoria española, librándose batallas tan cruciales en el devenir de la guerra como la de Arapiles. Del mismo modo se darán batallas en Ciudad Rodrigo, Zamora, El Maderal, Astorga, Morales de Toro y Castrogonzalo. Finalmente la guerra acabará con la victoria española, lográndose por tanto los objetivos de la Junta Central y, dentro de ella, de la Junta Superior del Reino de León aunque, curiosamente, la Capitanía General del Reino de León (con sede en Zamora) desaparecerá en 1822 para crearse la Capitanía General de Valladolid, que englobará aparte de a dicha provincia a las tres leonesas, Asturias y Ávila.

 

Tras la Guerra se instaurará el absolutismo de nuevo y eso hará que se sucedan una serie de tensiones como el Motín de Toro de 1821, las correrías de la guerrilla de El Empecinado o la quema de los restos de los comuneros en Zamora en 1825. A la vez que estos hechos verán la luz nuevas divisiones provinciales dándose la de 1822 en que desaparecía definitivamente la provincia de Toro y nacía la de Villafranca del Bierzo, dividiéndose el Reino de León en dicha reestructuración en cuatro provincias (Bierzo, León, Salamanca, Zamora). A ésta división le seguirá la de 1833 que será la que hemos heredado en la actualidad y en la cual la Región Leonesa se dividía en tres provincias: León, Zamora y Salamanca, si bien posteriormente en determinados periodos se incluirán a las de Valladolid y Palencia en la Región Leonesa por aquello de que la parte occidental de esas provincias formaron parte del Reino de León. De este modo un Real Decreto de 1855 otorgará las provincia de Valladolid y Palencia a la Región Leonesa, aunque para finales de siglo el antiguo Reino de León ya habría vuelto a su clásica división triprovincial.

 


Divisiones provinciales y regionales de 1833. En sombreado la Región Leonesa

 

Un golpe tremendo para el patrimonio monumental del Reino de León, al igual que para el del resto de España, serán las desamortizaciones del siglo XIX que harán perder una gran parte de los monumentos religiosos (como el monasterio de Granja de Moreruela, en Zamora, del siglo XII, que fue el monasterio cisterciense más importante de la Corona Leonesa y uno de los más importantes de España) así como parte de los civiles, suponiendo junto a la guerra de independencia la mayor perdida de patrimonio para la región leonesa. En la segunda mitad de este siglo llegará el ferrocarril a nuestra región, creándose la vía férrea de la Vía de la Plata, así como trenes como el de La Fregeneda (que servirá de conexión con Oporto) o el de La Robla (para trasladar el carbón leonés a las industrias vizcaínas). En esta época se empezará a poner en cuestión por parte de intereses castellanos la continuidad de la existencia del Reino de León en España y, con ello, se cuestionará su papel fundador en la unidad nacional española. Es lo que se llamará la “Gran Castilla”, que basará su idea en una imagen castellana basada en Tierra de Campos, pese a que, por ejemplo, el portugués Oliveira Martins manifestase que “Campos es la esencia del Reino de León”. De dicha idea quedarán fuera precisamente los territorios propiamente castellanos como Santander y Logroño, intentando crearse una imagen de Cuenca del Duero que excluyese la parte portuguesa de dicha cuenca y procurando crear una 'región' con capital en Valladolid. Parte de la generación del 98 (curiosamente ninguno de ellos ni leonés ni castellano) apoyará esta idea como Azorín, aunque otros como Unamuno estudiarán a fondo dicha temática, haciendo estudios bastante profundos sobre el idioma leonés en Las Arribes, así como haciendo gala de la leonesidad de la ciudad de Toro en su poesía. Esta opción calará hondo proyectándose la unión de las regiones leonesa y castellanovieja en el borrador de la Constitución republicana de 1873, aunque este proyecto no llegará a llevarse a cabo por la frontal oposición de las diputaciones leonesas y, de este modo, se mantendrá oficialmente la Región Leonesa conformada por Salamanca, Zamora y León, aunque al saltar a la luz el tema estatutario en la Segunda República en 1931, se planteará como casi imposible la posibilidad de una autonomía leonesa por falta de apoyo de los grandes bloques electorales. Así, habrá proyectos alternativos sobre una autonomía Astur-Leonesa formada por Salamanca, Zamora, León y Asturias, y una autonomía de León y Castilla formada por ambas regiones. Aún así, desde Zamora y León se intentó propugnar con fuerza un proyecto de autonomía puramente leonesa formado por las provincias de Salamanca, Zamora y León, pero al poco estalló la guerra civil. En la Guerra Civil la mayor parte del Reino de León se postuló del lado franquista, a excepción de las zonas mineras del norte regional, donde en la posguerra se situarían los 'maquis' que se intentarían hacer fuertes en las montañas. Cabría destacar en este aspecto que existió en el bando republicano de la guerra un Consejo de Asturias y León con moneda y timbre propio y en el bando franquista una Junta de Guerra del Reino de León con sede en Salamanca que ordenaría las acciones de aquellos soldados 'nacionales' de las provincias leonesas. Tras la Guerra se vivirán varias catástrofes como la explosión del Polvorín de Peñaranda de Bracamonte (100 muertos) en 1939, la rotura de la presa en el viejo Ribadelago de Sanabria (144 muertos) en 1959 o el accidente ferroviario de Torre del Bierzo (unos 500 muertos) en 1944.

 


Billete de 25 céntimos del Consejo de Asturias y León

 

Al mismo tiempo se vivirá una fuerte emigración del campo a las capitales provinciales, así como la marcha masiva de leoneses en busca de trabajo a las zonas industriales de la nación como Madrid, Cataluña o el País Vasco, así como a otros países europeos como Alemania, Suiza o Francia. Se edificarán las grandes presas del Reino de León como Almendra, Ricobayo, Bárcena, Santa Teresa, Porma, Barrios de Luna o Aldeadávila que convertirán a la Región Leonesa en un granero energético aunque el centro de distribución eléctrica de estas presas se ubicará curiosamente fuera de la región y en una provincia sin embalses destacables como Valladolid. Se iniciará en los años sesenta una tremenda debacle poblacional y de futuro para la Región Leonesa en la que seguirá sumida hasta la actualidad, con una carencia crónica de infraestructuras y de industria que se reflejará en la Transición en que pese a ser una región más de España fue la única que se quedó sin ser una comunidad autónoma, lo cual estará intimamente ligado a la falta de peso de las tres provincias del antiguo Reino de León en el ámbito económico. De este modo en 1983 se borrará oficialmente al Reino de León del mapa de España, uniéndolo con seis provincias castellanoviejas para crear la Comunidad Autónoma de Castilla y León, unión que rechazará Segovia y aprobará su autonomía uniprovincial aunque ésta será rechazada en Cortes por “interés nacional”.

 

Así, el único intento serio por lograr la autonomía leonesa y devolver al mapa regional de España al país leonés se dará por parte de la derecha que creará la Coordinadora Leonesista que aglutinará a diferentes grupos sociales, así como partidos políticos como Alianza Popular, Partido Regionalista del País Leonés, Partido Socialista Popular, Partido de El Bierzo, Partido Carlista o Liga Comunista Revolucionaria, así como miembros a título personal del Partido Socialista Obrero Español, Unión de Centro Democrático y el Partido Comunista de España cuyos partidos se opondrán a la autonomía leonesa. Tras la inclusión de las tres provincias leonesas en la autonomía castellano-leonesa, la Coordinadora Leonesista sacará a la calle en 1984 a 100.000 leoneses exigiendo la Comunidad Autónoma de la Región Leonesa aunque no logrará su objetivo convirtiéndose hasta la actualidad el Reino de León simplemente en el “y León” del nombre de la comunidad autónoma de la que actualmente formamos parte.

 


Manifestación de 1984 en busca de la recuperación del Reino de León en el mapa regional español

 

Pero antes de este último hecho se dará un hecho que aunque silenciado por las autoridades traumatizará a buena parte de la sociedad leonesa del norte de la región: la desaparición del valle de Riaño. En esta comarca tradicional de la montaña oriental leonesa se desalojarán nueve pueblos que desaparecerán bajo las aguas y más de 3.000 personas serán sacadas contra su voluntad de sus casas por orden de la Junta de Castilla y León, atrincherándose los riañeses en los tejados de sus casas mientras sus casas iban siendo engullidas debajo suyo por excavadoras y se les lanzaba gas lacrimógeno para que cediesen en su intento de defender a su pueblo de la desaparición. Finalmente las autoridades autonómicas se saldrán con la suya y se inundará el valle para un embalse que ni tan siquiera abastecerá a la necesitada zona oriental de León y Zamora, sino que servirá para crear regadíos para Palencia y Valladolid. Como culmen de esta humillación al pueblo de Riaño se dinamitará su iglesia, testigo al igual que los dos riañeses muertos en este proceso de esta catástrofe a este valle norteño. Del mismo modo, en esta época se acabará con la columna vertebral de la Región Leonesa en el ámbito de las infraestructuras, cerrándose la línea de tren que unía el viejo Reino de León con Asturias y Extremadura, la Vía de la Plata, así como aislando su conexión con Oporto al cerrarse el ferrocarril de La Fregeneda.

  

En 1988 se dará la Conmemoración del 800 aniversario de las Cortes Leonesas de 1188, recogiendo su testigo en 2010 el 1.100 aniversario de la creación del Reino de León.

 

CJSF