Monasterios cistercienses en el Reino de León
La Orden del Císter, de origen francés, cobró en los siglos XII y XIII una gran importancia en el Reino de León, siguiendo las directrices del monasterio francés de Citeaux. En la llegada y asentamiento del cister en tierras leonesas fue clave la casa real leonesa, iniciándose ésta bajo el patrocinio de Alfonso VII de León y su hermana doña Sancha, al que se sumarían sus sucesores en el trono leonés Fernando II y Alfonso IX. De este modo, los monarcas leoneses fundaron monasterios y los dotaron con bienes suficientes para iniciar su andadura o para crear las infraestructuras necesarias para su desarrollo. Pero la mayoría de las comunidades monásticas que surgieron a partir del primer tercio del siglo XII en el reino de León, aún contando con el apoyo regio, se debieron a la iniciativa y munificencia de un grupo de nobles que se movían en el entorno cortesano leonés y que fueron favorecidos por Alfonso VII con donaciones y heredades sobre las que se establecerían posteriormente los monasterios cistercienses.
Alfonso VII y su hermana doña Sancha fueron los introductores de la Orden del Císter en el Reino de León. Juntos promovieron la recuperación de los monasterios bercianos de San Salvador de Carracedo y San Miguel de Almázcara, pero los dos centros iniciaron su renovación bajo la Regla de San Benito, dándose después de un tiempo la afiliación de éstos a la orden del Císter, camino a través de los benedictinos para su paso al Císter muy común en los monasterios cistercienses leoneses. Durante el reinado de Fernando II de León se produjo el mayor número de fundaciones cistercienses y de afiliaciones a Claraval y a Citeaux en la Corona Leonesa por parte de los monasterios recientemente surgidos bajo la regla de San Benito.